El Bon vivan eclesiástico
- Escrito por Joaquín Hernández
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CUADERNO DE BITÁCORA
Las declaraciones del “excelentísimo y reverendísimo” obispo de la diócesis Don Bernardo Álvarez, siempre crean cabreo y mala leche entre su “rebaño de ovejas negras” y en el mejor de los casos, en los creyentes y seguidores de la Santa Madre Iglesia, perplejidad y bochorno, algo así como vergüenza ajena.
D. Bernardo tiene fama de “bon vivan” (hombre que se dedica a disfrutar los placeres de la vida, especialmente la comida y bebida, así como las actividades de ocio y sociedad) es notorio que al sr. Obispo le encanta la buena mesa con largas tertulias y buenos vinos y licores, pero eso no es nada extraño ni criticable, un pastor de la iglesia puede vivir muy bien mientras sus fieles pasan hambre o están jodidos en la miseria, porque una cosa es predicar y otra es ejemplarizar.
Soy creyente y lo soy por convicción propia, nadie me ha aclarado el misterio de la vida, más allá de especulaciones científicas nada demostrables, por lo tanto, como se trata de fe cada uno puede creer o no en el todopoderoso o en nada. Esto no quiere decir que mi creencia me lleve por derroteros de iglesias trasnochadas por el tiempo y nada solidarias.
El Obispo de Tenerife ni es la primera vez que hace declaraciones homófobas y supongo no será la última, pero si le aseguro que ese tipo de reflexiones sobre la condición sexual del ser humano libre le ha costado a la Iglesia Católica Apostólica y Romana unas decenas de miles de indecisos que estoy seguro dejaran de acudir a su misa dominical ante el peligro de encontrarse con otro predicador en plan psicólogo dando clases de padres, matrimonios, pobreza y castidad. Porque justificar los abusos sexuales cometidos contra personas menores alegando que “hay niños que provocan” es asquerosamente denunciable en cuanto a justificar los actos de pederastia cometidos por decenas de miles hombres del clero de la iglesia católica en todo el mundo.
Ahora, D. Bernardo, nos vuelve a encabritar con sus ideas, tachando de “pecado mortal” el acto homosexual, e incluso se atreve a levantar la “penitencia” si el acto homosexual se comete bajo los efectos de una buena borrachera o una pasada de porros, de manera que, si yo me dejo llevar por una noche loca en Constantinopla, con un buen pedo y me dedico al sexo anal “unigénero” no cometo “pecado mortal”, pero si lo hago con alevosía y premeditación me convierto en un “pecadorrr de la pradera” en un “fistro diodenarl sersuál”.
El Obispo, parece no darse cuenta de que en su propia diócesis son decenas los sacerdotes que enferman psíquicamente porque ocultan su condición homosexual, sufren desde el armario de la incomprensión su inclinación sexual. No sólo en esto se manifiesta la hipocresía del obispo de Tenerife, la Iglesia Católica y los casos de pederastia ocultados durante siglos han llegado a tal bochorno que, un informe de la BBC, señalaba que el 8% del clero católico de Estados Unidos ha estado implicado en prácticas sexuales con menores (unos 7.000 sacerdotes en 50 años). Más de un centenar de miembros de la Iglesia Católica australiana han sido condenados por abusar sexualmente de un millar de víctimas, según la organización Broken Rites.
Otras investigaciones, como la realizada en 1995 por la Universidad de Salamanca y publicada por el Ministerio de Asuntos Sociales de España, determinaron que del total de españoles que han sufrido abusos sexuales siendo menores, el 20% asegura que fue abusado por un sacerdote católico.
La mayoría de los casos se presentaron en seminarios sacerdotales, escuelas y orfanatos en donde niños y adolescentes estaban bajo el cuidado del clero. La publicación de numerosos escándalos creó una fuerte crítica hacia la jerarquía de la Iglesia, especialmente por la actitud que algunos obispos y superiores religiosos asumieron frente a las evidencias del hecho limitándose a llamados de atención privados y el traslado del infractor a otros sitios, mientras se guardó una indiferencia sistemática frente a las víctimas, lo que llevó a la conclusión de que los superiores de los infractores estaban encubriendo el crimen.
¿Y que me dicen de los “hijos de los curas” que se cuentan por decenas de miles en todo el mundo?
Los hijos de curas han sido noticia. El Diario La Stampa hizo saltar el polémico tema cuando a principios del mes de agosto publicaba una noticia que indicaba que el Vaticano estaba estudiando la posibilidad de permitir a los sacerdotes reconocer civilmente a sus hijos, darles apellido y herencia sin que ellos modificase su estado religioso ni se tomasen medidas al respecto. Dos días después el Vaticano negaba que esto fuera cierto, e incluso que se hubieran tenido reuniones para analizar la cuestión.
El holocausto judío, el genocidio en Ruanda, millones de muertos en todo el mundo por el hambre y las enfermedades, ¿saben ustedes que la Iglesia Católica podría acabar con enfermedades como el sida y la malaria en el continente africano con sólo vender las joyas que tienen donadas las Vírgenes de Lourdes, Fátima, Montserrat, etc.? Eso sin contar con las inversiones millonarias financiando empresas, gracias a los dividendos obtenidos por las inversiones en Bolsa, entre otras al laboratorio farmacéutico Pfizer, entre cuyos medicamentos más vendidos se encuentra la famosa Viagra, que fabrica un anticonceptivo inyectable comercializado en Estados Unidos llamado Depro-Provera, utilizado por unos 30 millones de mujeres para evitar su embarazo, además de fabricar otros anticonceptivos vendidos en todo el mundo.
La Iglesia tiene buen ojo clínico y, sobre todo, financiero, según una crónica del diario El País, de Madrid, que señala la participación de esta en los laboratorios «Pfizer», fabricantes de la famosa píldora contra la impotencia «Viagra».
Pero la Iglesia no ve objeciones morales a esta píldora que ha duplicado el valor de sus acciones en Pfizer.
El Papa Francisco ha pedido perdón, públicamente, ante tamaña injusticia. Todo este asunto del perdón se quedará en mera retórica mientras no dé lugar a un cambio real en los hechos, empezando por una reconstrucción más fidedigna de la historia, viendo cómo el genocidio ha sido un elemento constante de la cristiandad desde que Teodosio estableció la Inquisición (382), a la que los reyes católicos hicieron reinar con ellos en España.
Cuando la iglesia, pretendiendo defender a Dios, se entrampa en esa tentación del desierto, algo que debería conocer muy bien a esta altura de su historia el obispo Bernardo, lo que está es defendido su propia concupiscencia religiosa. Y al sucumbir en la tentación, las consecuencias para todos sus miembros son más nefastas que las de otras tentaciones a las que sucumbió también, como las de la simonía, el nepotismo, el “poder político temporal.
El Obispo Bernardo Álvarez, si tiene un poco de vergüenza, debería pedir perdón a mis familiares y amigos que declaran abierta y libremente su condición sexual, aunque les puedo asegurar que las declaraciones del bon vivan del obispo Bernardo se la trae el pairo. En el fondo D. Bernardo es un cachondo mental de color púrpura, anillo y cruz (gamada).